Chips en lugar de grilletes electrónicos para reforzar la seguridad ciudadana

América Sistemas coloca sobre el tapete una posible solución tecnológica con el único propósito de bajar notablemente los índices de criminalidad en el país.

 

A pesar de los entusiastas anuncios oficiales dando cuenta del uso de los grilletes electrónicos, desde el 2015 hasta la fecha no se sabe de ningún avance práctico para -supuestamente- instalarlos en las tobilleras de los presos con la esperanza de descongestionar las hacinadas cárceles del país. Aunque el problema no radica en descongestionar los recintos penitenciarios, sino en implementar políticas de seguridad que atenúen y tal vez disminuyan los índices de criminalidad.

Los especialistas en la materia opinan, sin embargo, que mientras los responsables (jueces, legisladores, policías, etc.) discutían sobre la viabilidad de usar dichos accesorios, la tecnología los pasó por encima y ya hoy el tema de los grilletes está a punto de ser historia, ya que ahora se habla más del estado del arte del biohacking, aquel procedimiento que implica implantar diminutos chips en el cuerpo humano.

 

Con un “SmartChip” insertado en el cuerpo de los presos, el control sobre ellos se torna más efectivo, seguro y en línea, advierten. ¿Pero qué cosa es y en qué consiste?

 

Un ejemplo de biohacking es “Circadia”, un dispositivo implantable que además de proporcionar la ubicación del sujeto, puede leer datos biomédicos y transmitirlos vía Internet. El dispositivo, desarrollado por Grindhouse Wetware, es además un proyecto de código abierto, por lo que cualquier usuario puede descargárselo, modificarlo o utilizarlo para sí mismo. Para el caso de mantener a raya a los reclusos bajo vigilancia podría insertárseles un chip que principalmente transmita coordenadas de localización, ya que el implante también acumula datos médicos, y también puede mostrar (mediante LEDs a través de la piel) mensajes, advertencias o textos desde un smartphone con Android al implante.

 

Si bien hasta hoy no se conoce de algún caso de que algún peruano se haya insertado un chip en su cuerpo, sí lo han hecho en otras latitudes. El caso más conocido hasta ahora es el del ciudadano ruso Evgeny Chereshnev, quien se implantó un chip en la mano izquierda (en el ángulo formado por los dedos índice y pulgar) que lo usa para interactuar con otros objetos. Se trata de un microdispositivo del tamaño de un grano de arroz (12mm X 2mm) construido con un material hipoalergénico capaz de almacenar hasta 880 bytes y que -entre otras facilidades- le brinda la posibilidad de hacer realidad el “Internet de las Cosas”, o sea mantenerse en contacto con objetos cotidianos.

 

Lo interesante del caso es que desde entonces Chereshnev ha podido realizar, en entornos controlados, pagos con solo pasar su mano izquierda por los POS, abrir la puerta en la habitación de su hotel, entre otras cosas. Se sabe por ejemplo que ya van casi tres años que no desliza su tarjeta de trabajo en el controlador, solo pasa la mano encima de él. Es más que suficiente.

 

Aporte que valdría la pena discutirlo entre especialistas
Es absolutamente primordial que vayamos pensando desde ahora en escenarios futuristas como el descrito líneas arriba. El tema de los implantes ya no es futurista, es una realidad que en el mejor entendimiento posible debe ser comenzado con los reclusos que hoy atosigan las cárceles de nuestro país, y que las han convertido en mazmorras realmente deplorables e inhumanas.

 

Un buen comienzo serían los 436 internos que han solicitado ingresar al plan piloto que les permitirá usar el grillete electrónico pero que podrían variarlo hacia el chip RFID (identificación de radiofrecuencia). El costo es de cien dólares y que podrían ser perfectamente monitoreados desde cualquier delegación policial o patrullero del país. Obviamente serviría sólo para reos con penas menores a ciertos años de encierro los que pueden ingresar a un programa de vigilancia electrónica, una idea ya deslizada por el actual presidente del Poder Judicial, Duberlí Rodríguez Tineo por el tema grilletes.

 

Qué pasaría si un recluso acogido a este beneficio y con el chip insertado en alguna parte de su cuerpo va a reincidir, uno de los atributos que tendría el microchip es detectar movimientos sospechosos emitiendo una señal instantánea a la comisaría o patrullero más cercano. Así, es posible que la policía estaría en condiciones de tomar medidas de prevención en el acto. El gran beneficiado amigos lectores, sería la sociedad. Al final y por el término del tiempo pactado, se puede retirar el microchip a la persona rehabilitada.

 

Esta medida basada en alta tecnología haría variar las cifras de por si alarmantes. En el Perú hay 82 mil presos, cuando los penales solo tienen capacidad para 30 mil, significa que unos 50 mil internos no tienen espacio, siendo el reclusorio de Lurigancho es el que alberga a la mayor población penal del país: más de 9 mil internos.

 

Con el chip insertado y emitiendo señales hacia los centros de control los antisociales lo pensarán dos y tres veces antes de reincidir en el delito, por ende la comunidad tendría una gran razón para sentirse protegida. Y esto no sucederá con los grilletes, por cuanto al ser un dispositivo externo es susceptible de manipulaciones. Como sarcásticamente alguien dijo: “Pronto en Las Malvinas (centro comercial de reparación y venta de productos electrónicos) se podrá anuncios como: flasheo de grilletes” o algo parecido.

 

Para terminar, invitamos ver este interesante vídeo en: “Cómo viviremos en el 2050”

https://www.youtube.com/watch?v=qYPf_mRlHKI Esperamos sus comentarios.

Este informe especial se elaboró gracias al patrocinio de las siguientes firmas: