Una nueva y bella historia de amor a la que ya nos tiene acostumbrado nuestro lector que vive en Trujillo, Juan Valdivia nos entrega para la presente edición titulada “El Panqueque”. Comienza diciendo: El pequeño Luis, de apenas seis años, decidió una mañana prepararle “panqueques” a sus papás para desayunar. Estaba seguro que lo amaban. Encontró un gran tazón y una cuchara, acercó una silla a la mesa, y trató de alzar el pesado paquete de harina para abrirlo. Sigamos disfrutando su lectura.
Lecciones de Vida: Los Panqueques
La mitad del paquete quedó desparramado entre la mesa, la silla y el suelo. Tomó toda la que pudo con sus manitas y la puso dentro del tazón; después le puso un poco de leche y azúcar, haciendo una mezcla pegajosa que empezaba a chorrear por los bordes. Además había ya pequeñas huellas de harina por toda la cocina dejadas por él y su perrito.
Luis estaba totalmente cubierto con harina, y estaba empezando a frustrarse. Él quería darle una sorpresa a sus papás haciendo algo muy bueno, pero todo le estaba saliendo al revés. No sabía qué más había agregar a la pasta, o si había que hornear los “panqueques”, pues ni siquiera sabía cómo usar el horno.
Cuando miró otra vez la mesa, su perrito estaba lamiendo el tazón, por lo que corrió a apartarlo de la mesa. Pero por accidente derramó la botella de leche y además se quebraron algunos huevos que había sobre la mesa al caer al suelo.
Intentó agacharse para limpiar, pero se resbaló y quedó con toda su pijama pegajosa, llena de harina y huevo. En ese momento, vio a su papá de pie en la puerta. Dos grandes lagrimas se asomaron a sus ojos. El solo quería hacer algo bueno, pero en realidad había causado un gran desastre.
Estaba seguro de que su papá lo iba a regañar y muy posiblemente, castigarlo.
Pero su papá sólo lo miraba en medio de aquel desorden. Entonces, caminando encima de todo aquello, tomó en sus brazos a su hijo que lloraba, y le dio un gran abrazo lleno de amor, sin complicarle de mancharse el mismo de harina y huevo
“Así es como Dios nos trata. A veces tratamos de hacer las cosas bien, pero sin querer terminamos haciendo un desastre.
Discutimos y peleamos en familia, insultamos a un amigo, hacemos mal nuestras obligaciones, y desordenamos nuestra vida. Otras veces, solo podemos llorar, porque ya no sabemos qué más hacer.
Entonces, es cuando Dios nos toma en sus brazos, nos perdona y nos demuestra que nos ama, sin importarle que pueda ensuciarse con nuestra suciedad.
Pero por el simple hecho de habernos equivocado, no debemos dejar de “preparar panqueques” para Dios o para alguien especial. Tarde o temprano lo lograremos, y Dios estará orgulloso de nosotros, porque no nos dimos por vencidos.”