Hace algún tiempo está en el tapete la creación de un ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación incluso fue propuesta de campaña del presidente Castillo. En esta oportunidad, el Ing. Víctor Carranza, past president del Concytec y actual director de la escuela de Post Grado de la FIEECS en la UNI nos entrega un artículo donde recuerda la frase “Dejemos que los países ricos se dediquen a la ciencia, tecnología e innovación nuestro lugar en el mundo es ser proveedor de recursos naturales” ahora nos da a conocer la historia de los diferentes gobiernos de cara al titular. Comencemos a leer y mejor dar nuestro punto de vista.
¿Por qué el Perú necesita un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación?
En países que tienen un ministerio de CTeI están logrando cerrar brechas con las industrias y de paso generar fuertes alianzas y sinergias entre la educación y la productividad. Esperemos este gobierno tenga la “intuición” de hacer suyo este proyecto.
(americasistemas.com.pe. Lima, Perú – 27 de octubre 2021) El auge de los descubrimientos científicos y de la creación de las primeras Academias de Ciencias en Europa, en el siglo XVII, marcó el derrotero de sus pueblos para consolidar el crecimiento económico, el poder político y la expansión del conocimiento en el campo cultural.
350 años después de esta epopeya europea, el presidente peruano Juan Velasco Alvarado dirige un gobierno de orientación nacionalista que, a solo 33 días de haberse instaurado, creó el primer Consejo Nacional de Investigación (CONI). Su misión: fomentar, coordinar y orientar la investigación científica y tecnológica. La carga simbólica de este hecho es significativa: solo cambiando la hegemonía del poder político y económico se puede promover una gestión alternativa del conocimiento. La finalidad era vincular el proceso de modernización nacionalista (que aumentaba la capacidad del sistema político y promovía prácticas de acumulación capitalista desde el Estado) con las iniciativas de investigación científica que venían desde la sociedad civil.
El final de esta historia es conocida: El proyecto de apropiación social del conocimiento generó contradicciones con los poderes internos y con el capital transnacional.
El gobierno reformista fue clausurado tras el golpe de Estado en 1975. Los gobiernos que le sucedieron: Francisco Morales Bermúdez (1975–1980), Fernando Belaúnde (1980–1985), Alan García (1985–1990) y Alberto Fujimori (1990-2000), restituyeron y ampliaron el modelo primario exportador sostenido sobre la premisa: “Dejemos que los países ricos se dediquen a la ciencia, la tecnología y la innovación; nuestro lugar en el mundo es el de proveedor de recursos naturales”.
EL ENGRANAJE NEOLIBERAL
La huida de Fujimori al Japón, el año 2000, y el desplome de su gobierno autoritario, generó expectativas de cambios profundos en las diversas dimensiones de la gestión social. Por ello, un grupo de profesionales entusiasmados con el propósito de promover el desarrollo sostenible logró, desde el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CONCYTEC), la creación de la Ley Marco de la CTI y del Sistema Nacional de CTI. Sin embargo, el impulso a la gestión del conocimiento y su puesta en valor en procesos innovadores no estaban entre las prioridades del gobierno de Alejandro Toledo (2001-2005).
El 10 de noviembre de 2004, en la inauguración del Encuentro Preparatorio para la Primera Reunión de Ministros y altas autoridades de Ciencia y Tecnología de los Estados Miembros de la Organización de Estados Americanos, realizado en Lima, Pedro Pablo Kuczynski, en su condición de Ministro de Economía del Perú, intervino con el siguiente mensaje: “En realidad, he venido porque mi amigo, el organizador del evento, me ha pedido que participe en este encuentro para ver de qué manera apoyamos a los ministros de ciencia y tecnología de nuestros países; pero quiero decirles que nuestro gobierno, con todas las simpatías por el tema, no considera prioritario el tema de ciencia y tecnología”. (Citado por Eduardo Ísmodes en “Países sin futuro ¿Qué puede hacer la universidad? Fondo Editorial de la PUCP. Lima, 2006).
Estas expresiones, además de frívolas, fueron esencialmente cínicas. El gobierno, a través de Kuczynski, hacía saber que la lógica de la gestión pública seguiría emparentada con los intereses fijados en la constitución aprobada por Fujimori, en 1993. Por lo tanto, la gestión del conocimiento, desde una perspectiva de desarrollo de largo plazo y con densidad nacional, no estaba en su agenda. Ello explica porqué ese gobierno no quiso reformar la precaria institucionalidad de la CTI. El anuncio de su ministra Verónica Zavala de adscribir los 17 institutos públicos de investigación y desarrollo al CONCYTEC, no fue ni siquiera formulado en un documento base que le permitiera sustentarlo como proyecto de ley.
La situación no cambió durante el gobierno de Alan García (2006 – 2011), el cual, en alianza con todas las fuerzas conservadoras, mantuvo la condición primario exportadora del país, obviando toda acción estratégica vinculada a la investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación. El 2007, su primer ministro, Jorge del Castillo, interviniendo en el Taller de Políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación, organizado por el Acuerdo Nacional, señaló: “Entiendo su preocupación por los temas de la ciencia, la tecnología y la innovación; pero, en nuestro gobierno priorizamos los temas de la pobreza y de la extrema pobreza”.
Una vez más, el camuflaje, el ardid y el amañado recurso de justificar la nula inversión en ciencia y tecnología y su precaria institucionalidad.
OLLANTA HUMALA: LO SIMBÓLICO, LO POLÍTICO Y LO TÉCNICO
Frente a toda argumentación tramposa, en defensa del modelo económico que enajena a los pueblos de todo desarrollo y que intenta convencernos en que no debemos pensar en el futuro si se está quemando la casa, se fue formando una opinión contestaria que se emparentó con los vientos de cambio que prometía la llegada al gobierno de Ollanta Humala.
En esta perspectiva, y teniendo en consideración, según consta en la Resolución suprema Nº 038-2011-ED, del 20 de octubre de 2011: “Que, el marco institucional establecido en las normas del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología no ha sido implementado en su totalidad y existen diversas propuestas y debates respecto de su revisión, incluyendo la creación de un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación”, se creó la Comisión Consultiva para “Revisar el marco normativo e institucional del desarrollo de la ciencia, tecnología, innovación y competitividad en el país”.
Al evaluar la precariedad del existente marco institucional en CTI y reconocer su impotencia para gestionar el desarrollo del país, esta Comisión, en la que participé en mi condición de Presidente del CONCYTEC, propuso, entre otras medidas, la creación del ministerio de CTI como la más adecuada arquitectura institucional para la formulación de políticas y aplicación de programas nacionales de investigación y desarrollo tecnológico (no tenemos un plan nacional de CTI actualizado ni programas nacionales de I+D), para la formación de capacidades humanas (tenemos solo la cuarta parte de los investigadores necesarios), y para la articulación y promoción de los fondos de financiamiento (invertimos solo el 0.12% del PBI en I+D).
La situación era expectante. Parecía que los dados se inclinaban a favor de la creación de una institución eficaz, eficiente y de calidad para la gestión del conocimiento. Pero la ofensiva de sus enemigos no daba cuartel. Luis Carranza, ex ministro de Economía del gobierno aprista, argumentando a favor de mantener el modelo primario exportador en el gobierno de Ollanta Humala, escribe: “Nuestros amigos ideologizados se estrellan contra la realidad (…) La receta que nos brindan es alejarnos de las materias primas y diversificarnos. Reducir el porcentaje de exportaciones relacionadas a recursos naturales, incorporando mayor contenido tecnológico a los bienes producidos y exportarlos. Suena lógico. Describe lo que son los países desarrollados pero, ¿qué políticas implementas? Creo que es un error. El camino al desarrollo económico pasa por profundizar nuestras exportaciones ligadas a recursos naturales”. (Revista Caretas, edición 2222. Lima, marzo de 2012).
Los argumentos en pro y en contra de crear el ministerio de CTi eran dardos dirigidos al palacio de gobierno para ganarse la voluntad del presidente. Pero, con mayor fuerza que estos mensajes, fueron los indicadores que mostraban que el país seguía cautivo de una balanza tecnológica adversa, lo que impulsó a Ollanta Humala a declarar a la prensa: “Tengo la ambición, ya no secreta, pues la voy a decir ahora, de que antes de finalizar mi gobierno, ver la posibilidad de crear el Ministerio de la Ciencia y la Tecnología”.
A solo dos días de la declaración, los opositores a esta iniciativa volvieron a la carga. En la página editorial del Diario El Comercio escriben: ” (…) La idea del ministerio de ciencia y tecnología no solo se enfrenta a la ineficiencia del Estado Peruano. Además, se estrella contra otro insalvable problema: ningún funcionario ministerial tendría cómo saber qué tipo de iniciativas de investigación valdría la pena financiar. ¿Cómo sabría el burócrata, por ejemplo, si destinar recursos al sistema de riego de la chirimoya, el desarrollo de un combustible alternativo o una mejora genética para que el cuy nazca más gordo?” (Diario El Comercio, 7 de octubre de 2013. Pág. 20).
Leyendo atentamente esta argumentación podemos afirmar que, si cada tipo de capitalismo se expresa por boca de sus capitalistas, en este caso los intereses subrayados por nuestros empresarios devienen en simples productos mercantiles, tales como “una mejora genética para que el cuy nazca más gordo”. Sus argumentos pretenden encapsular al gobierno en actividades para mejorar el clima de negocios. Por ello, deslegitimando los impactos de la tecnociencia sobre la sociedad en su conjunto, y mostrando una soberbia inmerecida, piden la salida del Estado de la gestión del conocimiento. Escriben: “(…) Para empezar a ayudar, a fin de cuentas, siempre hay que empezar por no estorbar” (Diario El Comercio, 9 de octubre de 2013).
Eso fue, precisamente, lo que hizo el gobierno de Humala: permitir que las redes de los poderes fácticos terminaran manejando el engranaje estatal y aplicando sus intereses, contra los cuales la mayoría ciudadana había votado en contra en las elecciones generales. Los resultados del atraso científico y tecnológico los conocemos: Una significativa correlación entre la baja calidad de la productividad, educación, y salud, con los altos índices de la informalidad, corrupción y desigualdad social,
2021: AL DESBORDE POPULAR Y AL CARRO DE LA CULTURA PERUANA LES FALTA LA RUEDA DE LA CIENCIA
En la campaña de las elecciones presidenciales del 2021, los candidatos Verónica Mendoza (“Juntos por el Perú”) y Pedro Castillo (“Perú Libre”) alentaron programas de cambio en los que destacaba la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Contrarrestando el argumento de que no tenemos recursos para invertir en un nuevo ministerio, ambos candidatos subrayaban que, precisamente por ser pobres, debíamos invertir en CTI, como la mejor estrategia para promover el desarrollo.
Contra todo pronóstico, Pedro Castillo juramentó como presidente de la república y, en cumplimiento de su promesa, ha conformado el Grupo de trabajo multisectorial que elaborará el proyecto de ley de creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, así como las funciones de esta nueva entidad. (Resolución Ministerial N° 216-2021-PCM).
Teniendo en cuenta los antecedentes citados, la misión dada a este Grupo de trabajo es histórica. Debe proponer una arquitectura institucional que sostenga el desarrollo sostenido de una sociedad mayoritariamente empobrecida y sin educación de calidad. Para ello, deberá promover un andamiaje racional que vaya a contracorriente de la herencia colonial expresada en siglos de opresión, oscurantismo y de negación de la soberanía nacional. Si son conscientes de la contradicción que se da entre el carácter social del conocimiento, y la apropiación privada de los bienes y servicios que produce, deberá enfrentarse con estructuras económicas, políticas y culturales que sostienen a los poderes fácticos.
En síntesis, crear un ministerio de ciencia, tecnología e innovación, es el programa estratégico más relevante para liberar la creatividad, el crecimiento económico y la libertad de una sociedad a la que se le gobierna con demasiadas acciones tácticas pero sin las estrategias pertinentes para escapar del abismo social. Aprendamos de la historia: La manera de incrementar nuestra economía, de fortalecernos política y culturalmente, y de ser eficientes ambientalmente, depende de la forma en que construyamos nuestros conocimientos.
Who is Who: El economista Víctor Carranza Elguera es doctor en ciencias sociales, fue presidente del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CONCYTEC), actualmente es profesor principal de la Universidad Nacional de Ingeniería y cuanta con las publicaciones: “Perú: Ciencia, Tecnología e Innovación. Hechos, redes de poder y discursos” y “Globalización y Crisis Social en el Perú”.